Vivimos en una era de gran progreso a todo nivel (tecnológico, cultural, político), sin embargo, resulta amargo constatar que la persecución religiosa sigue vigente, incluso en la tierra que vio nacer al Redentor. No estamos hablando aquí de rumores o exageraciones nacidas de animosidades “antisemitas” (como dirían los iletrados o fanáticos), sino de hechos documentados, constantes y cada vez más alarmantes, que afectan a nuestros hermanos cristianos en Tierra Santa. Lo denuncia, con admirable lucidez y valentía, no una voz católica, sino una académica judía; Yisca Harani es una figura reconocida en el diálogo interreligioso que no teme denunciar lo que objetivamente está mal.
Debemos considerar que la fe cristiana se halla encarnada en comunidades como los armenios, franciscanos, ortodoxos y católicos; muchos cristianos habitan Jerusalén desde hace siglos y ello incomoda a quienes han absolutizado la política o la identidad étnica como fines supremos. Hoy se ve una ideología supremacista que, en nombre de una pretendida pureza histórica o espiritual, busca silenciar toda presencia que le recuerde que el Mesías ya vino.
Así Yisca Harani, experta especializada en la historia del cristianismo, fundó en 2023 el Religious Freedom Data Center (RFDC), un organismo independiente que recopila rigurosamente los incidentes violentos contra las minorías religiosas en Israel, con especial atención a Jerusalén. Como explicó a la agencia de noticias AsiaNews el 10 de julio de 2025, «el 90% de estos actos pasarían desapercibidos sin nuestro trabajo, el de ciudadanos judíos israelíes que vigilan y denuncian estas infracciones a la policía». El reciente informe del RFDC, titulado «Incidentes Contra los Cristianos en Israel», documenta más de 50 casos de agresiones entre abril y junio de 2025. Estos actos, que incluyen escupitajos (78%), insultos verbales (8%), vandalismo (4%) y profanaciones de lugares sagrados, se dirigen principalmente contra religiosos armenios, franciscanos, ortodoxos y católicos, así como contra laicos[1].
Los más de cincuenta incidentes documentados recientemente (insultos, escupitajos, profanaciones) son mucho más que hechos aislados. Son el síntoma de una enfermedad religiosa profunda, alimentada por un nacionalismo revolucionario, etnoreligioso, sin freno que olvida el rostro del otro como imagen de Dios. Que tales agresiones ocurran en lugares como la Vía Dolorosa o la Puerta de Jaffa, espacios que respiran siglos de fe y martirio, no es casualidad; el mal odia los signos visibles del Dios verdadero.
La libertad religiosa no es una concesión del Estado, sino un derecho inscrito en la ley natural, y por tanto anterior a cualquier poder humano. Cuando el Estado olvida esto y, por acción u omisión, permite o justifica la violencia contra los creyentes, se rebela contra el bien común sobre el que toda sociedad sana debe fundarse.
Por ello, es justo agradecer a personas como Yisca Harani, cuya conciencia recta la impulsa a denunciar lo que muchos callan. Pero también es deber de los cristianos, de Oriente y de Occidente, abrir los ojos y rechazar cualquier complicidad pasiva ante estos atropellos. No en nombre de una revancha, sino en nombre de la verdad. Cuando los cristianos callan ante la persecución de sus hermanos, traicionan no sólo su historia, sino al mismo Cristo que fue escupido, insultado y crucificado. Como enseña la Fe, quien no está con Cristo está en su contra.
[1] Recuperado en: https://fsspx.news/es/news/una-academica-judia-alerta-sobre-los-actos-anticristianos-tierra-santa-53570