AIOLOS DE SAGITARIO – EL ESPLENDOR DEL HÉROE GRIEGO

Entre los Caballeros Dorados del universo de Saint Seiya, Aiolos de Sagitario representa una figura singular: pequeña en presencia, poderosa en significado. Su mito, su signo y su sacrificio lo conectan profundamente con ideas centrales del pensamiento griego antiguo. Desde el símbolo de Sagitario como arquetipo del centauro sabio y justo, hasta la formulación heroica del alma noble en Platón y Aristóteles, Aiolos encarna una forma de virtud trágica cuyo legado trasciende su muerte.

El signo de Sagitario está representado tradicionalmente por un centauro con arco y flecha. Se entiende que no es un centauro cualquiera, sino Quirón, figura mítica distinguida de su raza por su sabiduría, templanza y servicio a los héroes. A diferencia de otros centauros, que encarnan los excesos de la naturaleza instintiva, Quirón es maestro de héroes como Aquiles, Jasón y Asclepio. Su figura reúne en armonía lo animal y lo racional: el cuerpo del caballo y la mente del sabio, tal como se define al hombre mismo en tanto que “animal racional”.

En este sentido, Aioros representa a Quirón más que a un centauro común. Ante todo, de por sí es interesante ver que el nombre Aiolos es una forma griega de Eolo, el dios griego del viento que se encargaba de controlar los vientos y asegurar que los viajeros pudieran navegar con seguridad; no en vano Aiolos se asocia al signo que porta alas y en el manga es quien dirige con su espíritu a los caballeros menores. Su capacidad de actuar con justicia frente a la corrupción del Santuario, su dominio del cuerpo y del espíritu, y su rol como guía indirecto de héroes (especialmente Seiya) lo sitúan como un maestro silencioso, cuya sabiduría se transmite por el ejemplo. Surge un paralelismo de este héroe que en la ficción es de origen griego, con el gran filósofo griego Platón, quien, en el Fedro, describe al alma como un carro alado tirado por dos caballos, uno noble y otro rebelde: la figura del centauro sabio como Sagitario puede verse como una versión equilibrada de esta alegoría, donde la razón gobierna la parte pasional. Aiolos, como Quirón, encarna el vuelo por la Justicia en medio de un santuario corrompido por la pasión desordenada.

En la ética aristotélica, el héroe virtuoso no es aquel que simplemente actúa con fuerza, sino quien obra conforme a la areté —la excelencia moral— incluso si el costo es la muerte. En la Ética a Nicómaco, Aristóteles distingue la verdadera valentía como aquella que no busca la gloria ni la recompensa, sino que se manifiesta cuando el hombre justo enfrenta el peligro por lo que es noble (kalon). Aiolos en ese sentido encarna este ideal heroico. Al oponerse al Pontífice —símbolo de la corrupción del orden establecido— y salvar a Atenea, elige el bien no por cálculo “costo-beneficio”, sino por fidelidad a la justicia. Como dice Sófocles en Antígona, «no fue Zeus quien decretó esto» refiriéndose a una ley injusta; Aiolos también se niega a obedecer una autoridad que ha perdido legitimidad. Como Antígona, él paga con su vida la obediencia a una ley superior, la ley divina no escrita del bien trascendental. Además, el silencio de Aiolos en vida, su breve aparición tanto en el ánime como en el manga, y la posterior veneración de su memoria, lo vinculan con los héroes trágicos cuya acción justa provoca su ruina. El destino (moira) lo castiga, pero su eudaimonía —la plenitud del alma virtuosa— lo convierte en modelo para quienes le sobreviven. A todas luces Aiolos es una tragedia griega, más con la ironía que siendo del signo alado su desenlace se da por la caída de su vuelo en los riscos (casi como la metáfora de un ángel caído).

Para los griegos, el héroe nunca muere del todo. Su cuerpo perece, pero su kleos (gloria, fama noble) perdura por siempre. Homero ya plantea en la Ilíada que el héroe debe elegir entre una vida larga y anónima, o una vida corta pero gloriosa. Aiolos, como Aquiles en Homero, elige la segunda opción. Su muerte temprana asegura la vida de Atenea y marca el destino de toda la saga.

En Platón, particularmente en el Fedón, se establece que el alma justa no se extingue, sino que trasciende el cuerpo corruptible. El alma que ha cultivado la virtud participa de lo eterno en esta visión platónica; así también Aiolos, cuya figura regresa una y otra vez en momentos críticos —a través de su armadura, su cosmos, su memoria— representa ese tipo de alma inmortal. Su legado es un logos que orienta a los nuevos caballeros, como Seiya, en su búsqueda del bien, cuyo culmen se da en el testimonio impreso en la casa de Sagitario.

La herencia de Aiolos no es material, sino espiritual, aunque dicho espíritu reposa en parte dentro de su armadura dorada. En este sentido, se puede pensar con Heráclito que “el carácter es el destino” (ethos anthrōpō daimon); la virtud de Aiolos moldea el destino del mundo al influir en las decisiones morales de otros. Su legado no está en las batallas que ganó, sino en las almas que tocó a través de su carácter guiando la nueva generación de guerreros.

Aiolos de Sagitario es una figura profundamente griega en su estructura simbólica y filosófica. Como Quirón, encarna el centauro sabio; como héroe aristotélico, sacrifica su vida por lo noble; como alma platónica, trasciende su cuerpo a través del legado que deja. Lejos de ser un personaje secundario, es el corazón moral de Saint Seiya, el modelo silencioso que recuerda, con voz de tragedia antigua, que los héroes nunca mueren.

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